El eco de tu voz

Caminabas de un lado a otro de la habitación; por la ventana, detrás del escritorio, pasaban los rayos del sol de aquel martes, y ese sol te iluminaba la espalda.

Yo estaba sentada y tranquila, y no hacía otra cosa más que escucharte y mirar tu ir y venir, mientras tratabas de explicarme eso que para ti era tan importante que yo comprendiera.

El piso de madera, el librero lleno de libros, la ventana angosta y alta, las cortinas blancas, el sol que brillaba sobre tu espalda, la silla tan cómoda, tu camisa marino de manga larga, tu jean negro, el sonido de tus pasos sobre el parquet, tus zapatos negros, tu cabello, tus gestos, haces ademanes con las manos intentando explicarte, al final te detienes frente a mí, te inclinas y apoyas tus manos en la silla, me miras y escucho tu voz, tus palabras que me hacen eco: ‘está bien, te lo voy a decir, tengo que decirte algo’.

Entonces, miro el reloj
6:30 am.

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