Verano fatal

Conozco ese lugar, comemos galletitas fritas que tu madre prepara en el momento, la cocina es pequeña, es un pasillo apenas, al fondo hay una puerta que conecta con el patio trasero que también es pequeño pero donde toda la familia entra, incluyendo.me.

Qué linda noche aquella del asado, «¿Quién quiere más chorizo?» ― pregunta Hugo ―, «¡Yo!» levanto la mano y grito desesperada mientras mastico el bocado de chorizo que aun no termino y sostengo en la otra el resto del embutido. Todos ríen, complacidos por el gusto con el que me ven comer.

¡Qué verano aquel!, con ese enero de casi 30° y la camperita puesta.

True love will find you in the end

Han pasado los años y hay una página que no puedo resolver, Wally en la ciudad. Lo encontré en el shopping, lo encontré en el aeropuerto, en la playa, pero en la ciudad no lo encuentro, sé que los nervios enceguecen pero no lo encuentro, y entonces me pregunto, si aún cuando sé a quién estoy buscando no lo encuentro, cómo voy a encontrar al que estoy buscando si ni siquiera sé cómo es.

Medianeras

Y creí que lo encontré, y me sentí en calma.

El doble exilio

Soñé que te soñaba.

Y, a pesar de ese doble exilio injusto
que obliga al sueño a desconfiar del sueño,
nunca te vi más alta y más presente;
nunca en la vida fueron
tus ojos más profundos,
tu andar más firme, tu perfil más tierno.

Miré una luz sin pausa, un cielo inmóvil,
un puerto del silencio
frente a un mar de palabras, incesante.
En ese puerto, un pueblo de gaviotas,
una invasión de alas…
Cada ala llevaba una pregunta.
Y, con sólo callar, las contestabas.

Era un tiempo sin horas, una plaza
donde no encontraron nunca años ni siglos.
Un sitio del que no se descendía
por la escalera abstracta del minuto.
Una serenidad del aire sin aire
en la que respirar hubiera sido
engañarte otra vez, negar tu muerte.

Me contemplabas y me sonreías…
Era la vida, así, como la aurora
de un sueño en el ocaso de otro sueño.

Y ahora, al despertar, pienso de pronto
si te soñó mi alma
o fuiste tú, en el límite de nuestro doble exilio,
quien soñó que mi alma te soñaba.

Jaime Torres Bodet